La curiosidad en cualquier profesión es importante, en el ejercicio de la abogacía ayuda a que el abogado amplíe su capacidad de sorpresa y su formación. Para mí, una buena prueba son las guardias de asistencia al detenido, en donde surgen hechos con tintes surrealistas, y hace buena la máxima en que la realidad supera a la ficción.
En una de mis asistencias a detenidos estábamos varios compañeros en la que era la habitación o sala de espera de Letrados en las dependencias del Juzgado de Guardia, en el Palacio de Justicia. Un compañero nos comentaba que el siguiente en subir desde calabozos era su defendido, señalando que era “un auténtico idiota”. Deduje que tenía una defensa harto difícil, lo cual, a todos nos toca alguna vez, si bien, el comentario parecía fuera de lugar, por aquello que el abogado en la defensa debe siempre exculpar al defendido. En este particular, un chico, de unos 20 años, español, bajito, y, vestido informal, decide robar una motocicleta en la Ronda Sur de Murcia, y puesto manos a la obra, tiene el infortunio de que un policía percibe la situación, y, da aviso. Tras su acción, el presunto es perseguido por un par de policías en motos scooter de gran cilindrada. Un “mad max” a la murciana, que parece terminar al cerrarle el paso en una calle peatonal, con un policía interpuesto en su camino la moto policial a modo de barrera, y haciendo el alto policial. El “mozalbete” ni corto ni perezoso, cual imitador de ángel del infierno embiste con su moto contra la barrera policial, prosiguiendo su huida, si bien, al final, es detenido. Pasa la noche en calabozos y, al día siguiente, se le pone a disposición judicial. Lo que parecía un interrogatorio fácil, claro y del que no escaparía, sorprende por la sinceridad del imputado, que a las dos de la tarde a la pregunta: “¿No vio usted la moto policial?”, sin tapujos contestó “Pues sí, sí que la vi, pero, es que se puso en medio.” Imagino que el compañero, en su alegato, además de destacar las bondades del inmaduro representado, tales como el profundo arrepentimiento que le lleva al reconocimiento de los hechos, destacaría una imbecilidad a modo de atenuante del robo y resistencia a la autoridad.
Estas situaciones se pueden contar como anécdotas, pero lo cierto es que ayudan a romper la monotonía del despacho, el tedio de horas delante de códigos, libros, formularios y del ordenador, y son el balón de oxígeno al hastío acumulado en una profesión en la que juegan tanto el entusiasmo como la desilusión. Como profesión liberal, el éxito viene marcado por resultados, erróneamente medidos si se hace en términos económicos, y, en la que es vital saber oxigenarse, salir por la escalera hasta el bar de la esquina a tomar un café o una cerveza, escapar un día dejando el contestador enchufado. Que el mundo continúe, que yo quiero romper la monotonía, y que mejor manera para hacerlo que con el propio trabajo, tomando lo que supone un cambio radical, un día de premio, con un trabajo ingente pero muy satisfactorio, un día de guardia de asistencia a detenidos, donde cuál torero a puerta gayola, el abogado atenderá el móvil, asistiendo a cualquier detenido donde quiera que sea requerido, y a donde siempre le acompañará el entusiasmo, la curiosidad por el nuevo asunto, y el amor hacia su profesión y el Turno de Oficio.
Al final, uno escucha el sempiterno comentario, que si las guardias “están mal pagadas”, “ya te vendrá un abogado de mucho ringo-rango y te quitará el mejor asunto, y no te pagará la asistencia”, etcétera, etcétera. Pero, lo cierto es que como en la vida se abre el apetito, y hay que alimentar la curiosidad, la buena formación y en las guardias yo encontré la mejor forma de de abrir camino y hacer una buena práctica jurídica, lejos de máster cargados de créditos e impartidos por doctores que no demostraron su habilidad en el difícil ruedo del día a día. En la abogacía siempre siento estar en la cuerda floja, primero frente al cliente y después, frente a los demás, pero no se debe cometer el peor de los engaños que es el que se puede hacer uno mismo. Y, al comprensivo lector le diré aquello de Carpe Diem.
Carlos Mínguez Oliva, es abogado ejerciente en Murcia, especializado en procedimientos penales, penitenciario, violencia de género y civil, y está adscrito al Turno de Oficio del Ilustre Colegio de Abogados de Murcia. Teléfono de contacto 968355013. Despacho en la calle Marín Baldo número 1. 2º entresuelo. 30.001 Murcia.